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jueves, 7 de octubre de 2010

VH:. Rufino Páez Crespo

Por Hno:. Jesús M. García Vázquez

            En cada sesión masónica se hace recomendación a la práctica del trabajo. La masonería sabe que el trabajo creador fortifica espiritualmente y purifica de males al hombre y por consiguiente es instigadora de su ejecución.
            El trabajo es fuente inagotable de la creación de riquezas materiales y espirituales. En lo material, porque el hombre a diario ve aumentado su patrimonio personal o familiar y disfruta de bienes que han sido adquiridos por su continuo bregar, y espiritual, ya que en su orgullo personal el hombre se siente realizado y reconfortado espiritualmente al presenciar que los bienes que posee se deben a su esfuerzo personal. ¿Cuántas veces hemos escuchado a un hombre decir: “todo lo que tengo se lo debo a mi trabajo”?. En esta expresión él mismo se premia y se vanagloria de su individualismo creador y esfuerzo personal.
            Toda sociedad paternalista y colectivista es engendradora de hombres ociosos. Hay que dar libertad al hombre para que desarrolle toda su potencialidad creativa e individualista y esto redundará en grandes beneficios para el resto de la colectividad.
            En todo momento se debe reconocer y aplaudir al que trabaja. La mano enfallecida y callosa del hombre que trabaja es muestra de honradez, valor y fortaleza de espíritu. El hogar del obrero es como un santuario lleno de claridades, donde el deber encuentra su calvario; un calvario sin espinas ni ruindades. El ocio corrompe y al alma hiere.
            El VH:. Rufino Páez Crespo nació en Los Palacios. Vino al mundo en el seno de una familia bastante pobre. A su esfuerzo personal, y solamente su esfuerzo personal, se le debe el haber salido de la pobreza impía que de niño lo abrazó. Disfrutó de bienes adquiridos con el sudor de su frente y le prodigó a su esposa e hijo una vida confortable y holgada.
            En su vida laboral se desempeñó en varias funciones, desde trabajador del central “La Francia”, hasta chofer del VH:. Dr. Pedro Morales Escobar. Con una edad considerable se le veía a diario salir, muy temprano en la mañana, al volante de su viejo y bien conservado “Chevrolet”, en su función de correo de los centrales azucareros de la Costa Norte de Pinar del Río. En su itinerario de acopiar la información a llevar para la oficina central de La Habana, tenía que atravezar los escarpados promontorios de la Cordillera de los Órganos y salir a La Habana por la zona de Bahía Honda. Regresando a Los Palacios en horas del atardecer. Tarea bastante agotadora, aun para una persona joven.
            Es iniciado en “Montecristi” el día 6 del mes de Agosto del año 1947. Se recibe como Compañero Masón el día 29 del mes de Octubre del año 1947 y se le ciñe el Sublime Mandil de Maestro Masón, mediante la ceremonia de rigor, con fecha 16 del mes de Julio del año 1948. Causa baja por Carta de Retiro el día 28 del mes de Mayo del año 1980 al marchar a playas de la Florida en el éxodo masivo del año 1980 por Mariel.
            La magnífica y confortable vivienda que fuera del VH:. Dr. Morales Escobar, situada en una de las calles principales del pueblo, servía de Jefatura de Policía en los días aciagos del éxodo masivo por el Mariel. Hacia ese lugar eran llevados los reclamados por familiares o amigos para su migración a la Florida, quienes llegaban al puerto del Mariel. En ese lugar permanecían hasta que un transporte, que salía de Pinar del Río recogiendo en cada pueblo, los trasladaba al puerto de referencia para su embarque y travesía a valles floridanos.
            En ese sitio, bastante avanzada la noche, pedí permiso para entrar a despedirlo. Allí, en uno de los aposentos de la edificación, me lo encontré junto a su esposa Consuelo. Erguido, firme en su propósito y con ese entusiasmo, que siempre lo caracterizó reflejado en el rostro se abalanzó sobre mi persona y nos fundimos en un abrazo fraternal; el último de nuestas vidas. Pensé para mis adentros: “Qué implacable es el destino” “Este hombre que tanto trabajó y luchó en la vida, hoy abandona su patria solamente con la vestimenta que tiene puesta”. Y más cruel aun, al recordar que el hogar del VH:. Morales Escobar, que tantos momentos agradables le deparó en la vida, le serviría de su ultima estancia en su terruño natal.
            En su nuevo paraje de adopcion inmediatamente se incorporó a la vida laboral y fue capaz de obtener su sustento personal y el de su esposa. Disfrutando de una vida holgada económicamente. Aunque en su corazón siempre se encontraba presente su terruño y todo lo que era objeto de recuerdo.
            Como el poeta Heredia, el Cantor del Niágara, que lo agradaba y lo motivaba más la señorial palma real cubana que el esplendor de las Cataratas del Niágara, a él lo satisfacía más su fangosa playa “Dayaniguas” que las deliciosas playas de Miami Beach. Sus últimos pensamientos estuvieron dedicados a su querido pueblo y sus contornos. Dejando como deseo póstumo ser incinerado y que sus cenizas fueran esparcidas en la playa “Dayaniguas”.
            Nadie ha podido penetrar en los misterios de la muerte, pero si después de esta vida existe un premio o recompensa celestial a los hombres cumplidores con sus obligaciones sociales y dentro de la familia, el VH:. Rufino Páez Crespo ha de estar en pleno disfrute de esas bendiciones.


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